Pero el 14 de septiembre de 1848 olvidó poner la arena y la barra de metal soltó una pequeña chispa que detonó la carga. Y esa barra le atravesó de una estocada desde la mejilla hasta la parte superior del cráneo, para luego continuar 30 metros más su trayectoria.
No sólo no murió en el acto sino que se mantuvo consciente todo el trayecto desde las obras hasta la consulta del médico del pueblo. Dados los métodos médicos de la época, fue todo un milagro que Gage sobreviviese y más aún manteniendo intactas sus facultades de caminar, expresarse, y demás. El único detalle que varió fue su temperamento; se volvió mucho más agresivo, impaciente e irreverente.
Perdió su trabajo y fue a un circo donde enseñaba su herida con orgullo junto a la barra de metal que le atravesó. Sin embargo ya no era el mismo y, ya cansado de todo y con su salud minándole a los 38 años, volvió a casa para morir por crisis epilépticas.
El caso de Gage está considerado una de las primeras pruebas importantes de que en los lóbulos frontales se encuentra el área de las emociones. Actualmente su cráneo y su barra de hierro se encuentran en la universidad de Harvard.
Perdió su trabajo y fue a un circo donde enseñaba su herida con orgullo junto a la barra de metal que le atravesó. Sin embargo ya no era el mismo y, ya cansado de todo y con su salud minándole a los 38 años, volvió a casa para morir por crisis epilépticas.
El caso de Gage está considerado una de las primeras pruebas importantes de que en los lóbulos frontales se encuentra el área de las emociones. Actualmente su cráneo y su barra de hierro se encuentran en la universidad de Harvard.
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